STORIES OF MEN AND BLOOD

A place for to host stories,tales,narrations,poetry...mainly fanfictional(but also original fictions),focused onto the slash-yaoi style....but always with a fine good taste.
They will be welcome stories written originally and also the ones that have been translated.
Languages currently employed:English,Spanish,Italian,Portuguese,French,Germa
n.Pictures,photographies,videos,music...are also welcome!
IMPORTANT:Since this is a slash-yaoi site,its content is not appropriate for underages.
Welcome to the artists and writers!!!

domingo, 14 de abril de 2013

MIENTRAS PEGA LA LLUVIA EN LA PARED

MIENTRAS PEGA LA LLUVIA EN LA PARED

---*~*~*---

Te has dormido con la cabeza en mi regazo. En silencio. Simplemente, como buscando un refugio que yo no puedo darte. 
Tú no tienes culpa alguna de lo que sucedió esta noche . En todo caso, si hubo culpa, ésta fue toda mía...y sólo mía. 
Sigue lloviendo. Ya no hay tregua posible en este cansado otoño. 
Mis dedos se enredan una y otra vez en la mata oscura de tu pelo, y un suspiro me indica que la angustia aún no te abandona. 
Ya ves: me hiciste volver sobre mis propios pasos .Algo que jamás hago, que nunca antes había hecho. 
Pero, ¿es qué...Sabes?...Cuando te vi allí... bajo la lluvia... 
Duerme, criatura. Es mejor así, que duermas, mientras yo pierdo mis ojos en este oscuro rincón que siempre ha sido mío ,y que no da a ninguna parte, y que apenas me devuelve,a través del ventanuco, un poco de luna en las noches estrelladas y quietas, ésas que para mí carecen de sentido. 
Mis dedos van y vienen, una y otra vez, por el remanso triste de tu pelo. 
Lo que pasó...pasó. Sé que te costó llamaradas de vergüenza, y el temor (peor aún que la muerte) de leer una vez más la burla y el escarnio en el fondo de mis ojos. 
Pero me suplicabas, y yo, que lo niego todo, y que me endurezco aún más ante el espectáculo idiota de le gente de rodillas, esta vez no pude hacer otra cosa que concederte lo que me pedías. 
¡Es que era tan simple! 
Después de amarme como nunca antes me habías amado, tu angustia pugnó por un único alivio: me pediste la gracia de llorar a gritos, abrazado a mi pecho. La gracia de gritar, de sollozar, de insultarme y de insultarte por lo que el destino quiso que hiciéramos de nuestras vidas.
Discúlpame...Yo no sé escribir ni hablar  tan bien como lo harías  tú: no puedo enhebrar más que palabras filosas como hachas, que hacen daño aún en las heridas más antiguas. 
Me pediste permiso parta gritar mi nombre desgarrándote en tu dolor, llenándome de puñetazos inútiles el pecho, mordiendo la rabia que te sacudía desde dentro, donde llevabas (y llevas, y llevarás todavía... ¡pobre infeliz!) algo más fuerte que el odio.
Gritaste, aullaste como fiera, maldijiste todo lo que te unía en invisible y poderoso lazo a mi persona... Renegaste de todo; hasta del frágil escudo de tu propio honor. 
Querías no haber nacido nunca; querías no existir...O, en todo caso, que yo no hubiera nacido...que yo no hubiera existido jamás... 
(¡Ah!...Si tu Dios te hubiera escuchado antes!...) 
Querías anularlo todo, cansado ya de cargar con tu delirio, y de soportar incluso el mío, que yo no puedo llevar ya conmigo en modo alguno. 
Exhausto, te dormiste abrazado a mis rodillas, acurrucado en el suelo, bestezuela hambrienta de un simple gesto de atención o afecto, que yo no puedo brindarte. 
Tus quejidos mientras duermes me anuncian que el dolor no cesa ni bajo la piadosa sombra del sueño, que es lo que más se parece a esa muerte que me pedías como un favor, y que yo... pude darte... y no quise. 
-Abre los grifos del gas, vete, y déjame sólo, si es que no quieres morir conmigo... Hazlo...Hazlo ya, por favor, Jethro..... 
-¿Morir contigo?.. ¿Es que estás loco?... Si muriésemos juntos en un mutuo abrazo, el mundo sabría la verdad. Y eso no puedo permitírselo yo al maldito mundo. No puedo permitírselo a nadie. Sabes lo que ocurriría si te encontraran muerto aquí, ¿y en una forma tan infamante? 
-Sí, lo sé... Pero no me importa... ¡Juro que no me importa, Gibbs!... ¡Basta!.... Ya no puedo... ¡ni podré soportarlo un sólo día más! 
Reí:
-Sí que podrás... ¡Ya lo creo que podrás!... Para eso estás hecho,Di Nozzo-... No te das cuenta de que, sin uno de los dos, el otro (no digo ya su vida, sino todo su sér, o, si lo prefieres, el mero hecho de su existencia) ¿no tendría ya sentido alguno? 
(Era mentira. Tú sabes que era mentira. A mí me toca morir primero. Y tú debes vivir. Es la ley. Y la ley no debe torcerse por ningún motivo). 
-¡Maldito hijo de...!... ¡Bastardo!..... Me niegas aunque más no sea  esa gracia,Gibbs?... 
-Regocíjate de que te concedo permiso para llorar a gritos, para que puedas desahogarte. No suelo hacerlo jamás, Di Nozzo.:tú me conoces muy bien.”
 La impotencia hizo estallar entonces tu pecho en mil pedazos; murmurabas palabras ininteligibles, frases viejas de dolores viejos, de heridas de infancia: el abandono de tu padre, la soledad, la pesada carga del honor y del deber, el juramento absurdo hecho en los días de tu plena inconsciencia infantil... 

Duerme, por favor, duerme... y no despiertes hasta que sea bien entrada el alba. Podría llevarte al lecho, y acostarme contigo una vez más... Pero no... Mejor no. Si despertaras... ya no tendría la oportunidad de decirte todo lo que quiero decir ahora. Todo lo que necesito decir... lo que necesito vomitar ahora, desde el fondo de mis tripas, sabes... 
No suelo ser generoso con las palabras. Ya me conoces .y mi manera es brutal. 
¿Qué?... ¿Tiemblas?... Sí; tiemblas de horror en tanto tu sueño contempla quién sabe qué oscuros secretos en la omnipresencia de mi cuerpo en tu piel, en tu sangre... en tus huesos...
Y tiemblas de amor cuando me reconoces en el último rayo de luna que muerde la tierra antes de la aurora.
-¡No puedo más, Jethro!... ¡Te juro que no puedo más!... 
-¿Y con ello? 
-¡Siempre con tu maldita indiferencia, Gibbs! ¡Ah! Si me fuera concedido morir mientras duermo, antes de que despunte un nuevo día, ¡antes de despertar!... ¡Otro día más soportando esto!... ¡Otro día más, maldito Gibbs!... ¡Otro día más!.... 
Pero aferrabas mi pecho para no soltarlo. Querías enterrarte en él, disolverte, desaparecer en mi carne, bajo mi piel, dispersarte por mi sangre enferma, clavarte a mis huesos. 
Pequeña aurora. Rayo de sol furtivo que besa mi noche eterna. Te ahogas. El dolor te estrangula, con más fuerza aún de lo que podrían hacerlo mis dedos, que ahora viajan por tu cuello, esa delicia de seda que se ofrece a mi boca como un bálsamo... cuando tengo sed... mucha sed... ese refugio tenue y a la vez fuerte y duro para la furia de mis besos... 
Me muero por besarte una vez más....y otra....y otra....Pero no lo hago. Mi boca tiene el extraño poder de turbarte el sueño y la vigilia; por eso la muerdes siempre hasta hacerla sangrar, en tanto yo hago lo mismo con la tuya. 
La pared vacía, mojada por la lluvia, llena el ventanuco que da a ninguna parte. -No hay más luz que los relámpagos que, de tanto en tanto, acuchillan el cielo nocturno, plomizo; no hay más ruido ni música que tu respiración, de a ratos tranquila, de a ratos agitadas, obre el lejano batir de esta lluvia intensa, de esta lluvia que no cesa. 
En una noche así se suicidó la mujer que me diera alguna vez a luz, para su desgracia, y más aún para la mía...Una mujer a la que nunca podré volver a llamar”madre”.


Justo frente a mis ojos, ojos de doce  años que ignoraban los juegos infantiles, la ternura y el reposo, y que se alzaban, fríos, para contemplar aquel cuerpo extraño que pendulaba, colgado de las vigas del techo, en una húmeda habitación llena de invierno. 

Pero, como siempre ha ocurrido en el caos inexplicable de mi vida, aunque crecí y luché..me encontré con que ya era  demasiado tarde. Sin embargo....cuando pude abrir un poco el ventanuco, el único que me había quedado para  contemplar alguna otra cosa que no fuera la muerte.... tuve todavía tres cosas... sólo tres cosas... un rayo de sol... un único rayo de sol... que también me fue arrebatado arteramente,en una  noche como esta. 
Los hilos invisibles con que me sostengo me  sirvieron y me sirven para resistir, para aguantar, para que el tiempo siga pasando de largo, mientras que yo intento hacer que se olvide de mí... que el tiempo se olvide de mí.... que haga a un lado mi condena. 
Y quién, sino tú, iba a ser mi postrer rayo de sol? 
............................................................................................................................................... Por ese ventanuco, por ese único y paupérrimo ventanuco entraste tú, y yo, aterido en el frío de mi existencia, me puse bajo tu lucecita tenue, que brillaba con una infatuada presunción de orgullo y arrogancia. 
¡Qué tontería! 
¿Qué clase de orgullo?... ¿qué especie de arrogancia?... 
El pequeño rayo de sol se acurrucó a mis pies, rogando, suplicando que le dejara calentarlos en las noches de invierno.... e ignorando que realmente era yo quien  suplicaba, sin decirlo, por ese calorcito dulce que sueles darme, de a ratos, después de nuestra furia compartida, cuando en tu boca y en tus dedos empieza a nacer la necesidad de esconderte en mí, de sepultarte en mi pecho. 
Cuánto te gusta mi pecho... ¡cuánto! Para ti, yo sé que es una imagen del silencio, de un paraíso extraño, de un nirvana que te disuelve en la inefable  benevolencia de la nada. Por eso te duermes siempre así, siempre en mí, y sobre mí.... 
Cuando ya  sé  que te has dormido, entonces... Entonces te abrazo. Antes... antes no me atrevo. Antes no puedo. Y te beso, pero sin tocar con mis labios los tuyos; te beso sin rozar siquiera la porcelana esquiva de tu frente, ni el glorioso nido de tu garganta... No sé si hoy me atreveré a decírtelo. 
¡Cómo te abrazas a mis rodillas! 
Ven. Recuéstate dormido en este pecho, antes de que se reviente, antes de que se haga añicos por tener que seguir callando lo que eternamente debo callar. 
Así... así... pequeño rayo de sol... Tony...... ¡Cuánto quisiera tenerte ahora otra vez! 
Pero no. Mejor no. 
Mejor seguir gozando del dulce reposo de tu cuerpo exhausto. 
El mundo cree que tú eres una especie de príncipe encantado, en tanto yo soy el guerrero plebeyo  hecho a fuerza y a furia de golpes, a sangre vertida sin miramientos, a venganzas absurdas...y que luchamos  para hacer valer la supremacía de nuestras propias fuerzas, del poder asesino de estas dos máquinas infames de matar que son nuestros cuerpos... Deja que el mundo lo siga creyendo así. 
Tú y yo sabemos muy bien que tan sólo somos dos desgraciados, dos infelices que se buscan en el medio del frío de un interminable invierno, para darse mutuamente calor, para beberse, para apurarse el uno al otro, consumidos  por esta sed inextinguible, por esta voracidad culpable que no tiene ni tendrá fin. 
Ahora que duermes me gozo en abrazarte, en recorrer tu espalda poco a poco con mis dedos, en esconderlos en tu nuca bajo el manto perfumado de tu pelo.... 
Ternura... ¡Si supieras!... 
Si supieras que si tú me faltaras... yo... yo... sí... ¡seguro!...yo... me mataría. 
Si supieras,...Tony! 
Pero es mejor que no lo sepas. Por eso mi silencio, mi indiferencia, esta frialdad mía que te destroza por dentro cuando tú supones que mi pecho, este pobre pecho mío que tanto amas, es tan sólo un páramo de piedras y arena, seco y estéril, que te devuelve un capítulo más de tu larga historia de frustraciones, de angustia, de soledad...
Sueñas. Transpiras. Te agitas. Las gotas de tu sudor bañan mi piel... ¿Sueñas, alma mía, sueñas?... ¿Qué sueñas?... ¿Sueñas que me amas?... o quizás sueñas que nunca me has amado, que estás libre de esta pesada carga, de esta marca infame que hiere tu natural orgullo... Dime qué sueñas... Dímelo con esos gemidos que me encienden la sangre gota a gota... 
No puedo más. Voy a besarte. Voy a dejar morir mi boca en tus cabellos, en tu cuello, en la dulzura oculta de tu garganta... Rayo de sol nacido de la aurora, para morir irremediablemente en la brutal ceguera de cada una de mis noches.... 
Tu piel me sabe a gloria. Húmeda, tibia, como un cántaro para esta sed prohibida que siempre ha vivido conmigo, quemándome la lengua hasta que el bálsamo de tu boca la refresca y la apaga....aunque tan sólo por un breve tiempo, sabes, porque tú y yo somos como el mar: cuanto más bebemos de nuestras bocas, de nuestra piel, de nuestros cuerpos... más sed tenemos... más y más sed... 
Te beso, y no despiertas, porque mis besos viven en tus sueños. 
Podría llevarte de nuevo a mi lecho... Pero es mejor yacer aquí, descansar sobre este suelo pobre, humilde, cubierto tan sólo por esta gastada alfombra sin color alguno, y este par de cojines, mirando el ventanuco aquel que da a ninguna parte. 
La lluvia está cediendo. Pronto asomará la luz endeble de una luna herida, partida en dos por la sombra de esta pared húmeda y mohosa. 
Mis manos recorren tu espalda, desde tu nuca hasta el nacimiento de tus nalgas... y aún se atreven a bajar más... y más... para llegar por fin al delicioso nido que tu carne ha preparado para que mi ansiedad encuentre algún reposo. 
Te estrechas más contra mí. Crees hallar un refugio en este pecho que tanto me duele... sin saber que tú eres mi refugio, el escondite secreto de todas mis calladas tristezas. 
El ruido de la lluvia se hace cada vez más inaudible. La tormenta ha cesado. Mi mano viaja por tus muslos. Mi boca se esconde en tu pelo. Cierro los ojos... 
Mi corazón se quiebra de golpe al sentir que has despertado. 
-¿Jefe?.... ¿Qué...qué hora es?....¿Qué pasa?- 
-Nada. Duerme, Tony. Aún no amanece. Duerme. 
-¿Y tú?... Aaahmm... ¿Usted no duerme, Jefe?... 
-¡Basta ya, Anthony!... déjame dormir, ¡y ya duérmete tú también de una buena vez! 
Sonríes. Te revuelves en un mimoso gesto, mientras haces ademán de viajar con tu boca a lo largo de mi cuerpo, una vez más.  
-No. Ahora no. Deja eso ya, y duérmete. 
Obedeces... pero protestas. Divinamente. 
-Ahmmm... al menos podríamos haber ido a la cama... Ahmmm... para estar algo más cómodos... ¿no cree?... 
-¿Quieres ir a la cama? 
Te miro, en tanto te desperezas. Cómo me gusta verte así, ¡aniñado en tu somnolencia deliciosa! 
-La ventana de la alcoba  principal por lo menos tiene otra vista... da al patio interior... 
-Oh, sí. Un patio donde ya no hay nada.
Enciendo un cigarrillo, para esconder mis ojos detrás del humo. 
-No hay nada porque usted  lo quiso así,Jefe. Yo lee ofrecí... ahhmmm!... traerle unos rosales... recuerda? 
-¡¿Rosales?!...¡¿¿Aquí??!.....¡¿Para qué?!....Para que murieran, ¿como todo lo que cruza el umbral de mi puerta?... 
-¡Jethro!... ¿Ya empiezas?.. 
-Oh.... ¡Ya duérmete de una buena vez, Di Nozzo! 
Silencio. Cierras tus ojos, en tanto termino mi cigarrillo para apagar, como siempre, la colilla contra la palma de mi mano. 
A lo lejos canta un gallo. Son más de las cuatro AM. 
La lluvia sigue cediendo; las últimas gotas golpean contra la pared sucia, como queriendo despertarla de su triste letargo. 
.Ay... ¡cuánto se parece a mi alma, esa triste, ruinosa, solitaria pared que da a ninguna  parte! 
Y te has dormido otra vez, con la cabeza hundida completamente en mi pecho. Tu boca derrama oleadas de aliento en mi piel cansada; tu respiración me acaricia como siempre. 
Enciendo otro cigarrillo, esperando  a que se asome la luna, partida en dos por la alta estructura de este muro gris. 
La luna, madre del suburbio, hermana del silencio, compañera  infatigable de esta noche sin fin que es y será siempre mi existencia. 
La luna rota, herida, deshecha. 
(Necesito un trago. Para algo tengo tan largos los brazos: los estiro apenas un poco, y llego a la mesilla donde está mi botella de bourbon. Sí...Necesito un trago. Y otro. Y otro más. Así está mejor, para avivar aún más este fuego que me devora la garganta.) 
En fin... Nunca lo sabrás, Tony. Nunca. 
Nunca sabrás con certeza qué has sido, qué eres y qué serás para mí. 
Nunca lo sabrás, hasta que me haya ido definitivamente, y, algún día, por pura casualidad, descubras esta carta, que voy a escribirte ahora, inmediatamente, antes de que tenga que embriagarme otra vez para olvidarlo todo, antes de que nazca el día; antes de que, como todas las mañanas, tengas que abandonarme... para que ambos podamos vestir disfraz y máscara.
Porque eres tú el que me abandona, ¿sabes?... y no yo a ti. 
Yo... yo estoy siempre contigo. Yo soy tu perpetua angustia, tu miedo, tu secreto dolor. Todo lo que eres capaz de guardarte en el escondrijo más oculto de tu alma. 
Y aún no sé si, el día en que leas esto, podrás creerlo. 
Y, en verdad, no me importa. No me importa en absoluto. 
Yo sé que es cierto. Y con eso basta.
La luna rota besa tu piel por mí. 
Ah.... lo olvidaba. (¿Ves lo que hace el alcohol?... ...) 
Lo que quería decirte es que, desde el fondo de este sucio pozo de miserias que es mi alma, yo... yo... te amo. Con desesperación. Con locura. Más, mucho más de lo que pudieras  imaginar nunca... y más, muchísimo más de lo que has llegado a amarme  tú. 
Si es que lo que llaman “amor” es esta extraña sed que me consume, que me vuelve loco por verte, por tenerte... y que me hace sentirte como nunca.... especialmente cuando no estás conmigo. 
Y es por eso que quiero terminar de una buena vez y para siempre con todo este suplicio inútil. 
Para que no te mueras, Tony, como hubieran muerto tus rosales al cruzar el umbral de mi puerta. 
Con esta especie de muerte lenta. 
Con esta sed.

Ahora...

Duerme, Tony... Descansa...  
Aún no ha comenzado a  asomar la luz del alba.
  

Tuyo siempre,
Leory Jethreo Gibbs.

Vivaldi Opera Orlando finto Pazzo, RV727 / Alessandro De Marchi Academia...

Vladimir Horowitz 1962 Chopin Piano Sonata No. 2 in B-flat minor